Me recordó que era el lugar donde solo podía llegar a través del subconsciente, en el más profundo de mis sueños. Qué solo aparecería el teléfono cuando hubiese purgado todo lo turbio de mi sangre.
Y fue de entre la pila de negro, sangre coagulada, de donde por fin saqué el cahivache. Como no, el típico teléfono con dial de 1922, DE ROJO CEGANTE.
Marqué-y tal es la ubicuidad del Señor que marque todos los prefijos internacionales en orden geográfico, norte-sur, este-oeste, desde mi posición-.
Me confesé ateo.
-Se rio. ///Todos los glaciares temblaron///
Y me dijo...
Mientras no pierdas la fe... que nada te robe el sueño.
Y con una hostia que valgame Dios, volví al lecho habiendo hecho un trecho de 3341.11 km con una inclinación de 130.85 grados. Y fue, créanme,
hoyo en uno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario