Hoy tengo tres palabras para la tierra, hija de puta.
La vida es un movimiento intencionado.
La disociación para con el objeto que sufre el sujeto en la transacción es preocupante.
En tiempos de trueque el valor residia en el objeto a intercambiar. Así, digamos, el artesano, necesitaba asegurarse de que el producto estuviese a la talla del objeto que iba a obtener a cambio.
Al estar fuertemente implicado en el producto, el proceso era importante también. El artesano sabia que su entorno y el producto debían producir valor, porque estaban fuertemente enlazados.
Ahora tenemos doble problema. El valor no reside en el objeto sino el la puta moneda en si misma. Ya no es el industrialista, sino la administración que controla todos los aspectos del objeto. Lo hace con un objetivo, que la moneda abarque lo máximo posible. Así decisiones sobre la calidad del objeto son subordinadas a la relación de la moneda para con el objeto. No solo eso, sino que la administración esta disociada del proceso también, con lo cual no le afecta ni el producto final, ni el entorno en el que esta producido (chinos demierda, amontonados, baratos como lamierda, apilados en pabellones demierda). Como digo chinos, como digo indios, como digo lugar de obra de mano barata en los que empresas del primer mundo, con sus acuerdos de moral del primer mundo se van a países del tercer mundo para aplicar sus estrategias de primer mundo para ganar sumas dignas del primer mundo a precio del tercer mundo.
(Y todo esto en 0,55 segundos como diría GOOGLE)
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